domingo, 20 de marzo de 2016

Monólogo XVI


Me esforzaba por escribir alguna genialidad hasta que comprendí que no podía escribirla, entonces empecé a escribir cualquier cosa y a comunicarme con mi entorno  que me aísla del pensamiento de soledad.

Tú sabes, la soledad empieza en tu mente cuándo descubres que existe a tu alrededor. Tiras aquel pensamiento por la borda y desde ese momento te sientes acompañado.

Creé (de creación pues) un compañero a quien llevo cerca de mi todo el tiempo, es mi gran compañero.  Un compañero sin fecha de nacimiento (sin edad pues), cuando lo pienso lo veo tan irreal como real.  Tú me dirás que es un ángel, la verdad no, no es un ángel quizás un hechicero, me inclino por las brujas y los hechiceros, no te asustes por favor esto de brujas y hechiceros queda únicamente para Salem y sabemos de antemano que nunca hubo brujas y hechiceros en Salem.

Tú le podrás dar el nombre que quieras o Ángel o hechicero, lo cierto que siempre lo llevo conmigo;  le platico y le cuento lo que acontece a mi alrededor.   Bueno, no me contesta pero adivino su cara con un gran signo de interrogación.

Cuando deje de pensar en este gran compañero, o cuando piense que ya no está que se fue, desapareció, creo que me colgaré del cordón de plata para que me oriente hacia el lugar en dónde hube perdido la conexión con aquel compañero que me acompañaba sin saberlo.

Continúo enamorándolo porque me saca de la desilusión de la vida, de esa realidad que nos conduce irremediablemente hacia lo desconocido. La realidad que nos señala la temporalidad de la vida humana.

¿Qué es lo que nos desilusiona al comprender esa temporalidad? si llegamos a comprenderla, probablemente perdamos el sentimiento y por eso el hombre se ha empeñado en buscar el camino de la inmortalidad.  Cree en un más allá de mil maneras un más allá que encuentra mil formas de manifestaciones.  Ya tenemos a un Frankenstein, a un Drácula,  señores de la inmortalidad a un Supermán. 

Una vida después de la vida, la resurrección, en fin, todo para no validar la temporalidad de la vida.  Aún los más incrédulos pensamos que no hay que creer ni dejar de creer.

A tal extremo que quedó olvidada la costumbre de la incineración costumbre oriental.  Hasta ahora con la modernidad se inicia aquella sana costumbre.

Era prohibido quemar cadáveres porque según la religión cristiana, el Señor vendría a resucitar a los muertos para llevarse al paraíso a vivos y muertos.  Todo por la necesidad de creer en la inmortalidad y dejar por un lado la temporalidad.

No discuto que esto de resucitar muertos sea puramente simbólico.  No entraré en detalles.  Da para mucho más.

Y no es que me canse de escribir, es que ustedes se cansan de leer.


Gracias por estar.  Un beso.


viernes, 11 de marzo de 2016



Mis huellas se borraron.
El tiempo todo lo borra
Esta mañana descubrí
Que mis huellas no respondían
al sensor de huella dactilar en el banco
…no existo.

Podré tocar tu piel
Sin dejar rastro



sábado, 5 de marzo de 2016

Monólogo XV


Este domingo me quedé sin ti.  Caminé la ciudad desde la madrugada hasta el anochecer y ¿Sabes? No me cansé te busqué por todas partes, por  las calles asfaltadas, por el campo, por la playa; te busqué en la iglesia del pueblo más cercano hasta en el viento te busqué ¿Y sabes? No me cansé.

Te busqué entre las flores del jardín, entre los abrazos anónimos y las sonrisas fingidas, entre los buenos días y las buenas noches y, no te encontré.  Te busqué  entre el bullicio de la discoteca, dentro de una copa de vino, y pues…no te encontré.


Te encontré en el sueño, en la memoria perdida, en el recuerdo escondido te encontré  y allí no te busqué.